
Esta es la historia de la peor catástrofe… bueno, la única en realidad, que he sufrido en casi cuatro años en WordPress.com.
Todo comenzó el 1ro de marzo cuando me enteré, gracias al comentario de una lectora, que ya era posible cambiar el nombre de usuario en WordPress.com. Es una funcionalidad nueva, del 3 de Febrero de este año. Anteriormente, esto no se podía hacer. Tu nombre de usuario no sólo es el que te sirve para abrir sesión en WordPress. También es el que aparece en el url de tu blog, luego de http:// y antes de wordpress. Por tanto, al cambiar de nombre, estás cambiando también de dirección.
Lo voy a repetir: AL CAMBIAR TU NOMBRE DE USUARIO, TAMBIÉN ESTÁS CAMBIANDO LA DIRECCIÓN DE TU BLOG.
Yo sabía esto, pero como la idea de cambiar me encantaba, a pesar del riesgo asumí, irresponsablemente, que WordPress haría que simplemente todo saliera bien, como siempre lo hace. Nunca se me ocurrió pensar que pudiera poner en manos de los usuarios una funcionalidad con potencial catastrófico. La única que existía hasta el momento: Borrar tu blog, te advierte incontables veces durante el proceso que no hay vuelta atrás. Se supone que sabes lo que haces.
Así que lo hice. Cambié mi nombre de usuaria. Entonces, viendo que mi nombre en pantalla y mi avatar apuntaban correctamente a la nueva dirección, me dije con cierto alivio: “efectivamente, ocurre algún tipo de cambio automático, al menos en lo que tiene que ver con WordPress”. Sin embargo, mi nariz suele ser muy sensible, no sólo a los olores, sino también al peligro. Y algo extraño venía percibiendo desde el comienzo…
Para estar segura, me fui donde mi vecino querido. Entré sin siquiera tocar la puerta y fui directamente a su blogroll… sólo para comprobar con horror que ese enlace seguía apuntando a la vieja dirección. En ese momento comprendí que acababa de cometer un grave error.
Como yo tiendo a buscar soluciones antes que lamentarme, sencillamente concluí “Está bueno que te pase, Karen, por tu falta de previsión; ahora tendrás que pedirle a todos tus amigos que te hagan el favor de cambiar el enlace; un fastidio, pero seguramente lo harán, qué remedio.” Y decidí hacerlo al día siguiente, luego de ocuparme de lo más urgente: los lectores que no me tenían en su blogroll.
Corrí a la antigua casa para poner un aviso de cambio de dirección, pero cuál no sería mi espanto al ver que todas las puertas y ventanas estaban clausuradas ¡ya no podía entrar! Es decir, no podía acceder al escritorio, no podía colocar una nueva entrada. En ese momento entré en pánico, es la pura verdad. Así que no puedo decirte con precisión lo que pasó en adelante; una persona en pánico no piensa racionalmente y sus recuerdos son confusos. No me preguntes cómo entré, porque no lo sé, pero lo hice. Abrí la puerta de algún modo (quizá rompí una ventana, no podría asegurarlo) y coloqué la entrada de aviso en mi antiguo blog.
Podía escuchar el eco de mis pisadas en las habitaciones vacías. Ni una sola entrada a la vista en mi viejo blog, el espectáculo era desolador. Y, a la vez, lo sentía como una burla: en la nueva dirección no había ningún cambio perceptible: todo estaba en su sitio; las entradas, las imágenes, la barra de navegación, las páginas; todo en perfecto orden, limpio y arreglado…. pero como en una casa fantasma, situada en medio de la nada, en otra dimensión… ¡nadie podía encontrarla!
Minutos después me di cuenta de que este aviso de cambio de dirección serviría de muy poco. Los enlaces de Google y otros motores de búsqueda que te envían tráfico no enlazan a tu blog en sí, a tu página de inicio, que es donde se vería el aviso de cambio. Enlazan a entradas específicas dentro de tu blog. Es decir que si un navegante busca algo que escribiste en agosto de 2009, Google lo enviará a esa entrada de agosto de 2009, no a tu página de inicio. ¡El permalink, esa función pequeñita que hace de un blog la octava maravilla de la humanidad y a la que acababa de dedicar una entrada completa alabando sus virtudes, me jugaba ahora la broma más macabra que fuera posible imaginar! Era, como toda herramienta poderosa, un arma de doble filo. Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas ante la pérdida inminente de todo mi tráfico, construido con el trabajo constante de cuatro años.
Sumida en el pesar, visualicé mis estadísticas desplomadas durante los próximos meses… la ausencia de comentarios y preguntas de los nuevos lectores…. Resignadamente, concluí que era un “castigo” más que merecido ante mi falta de previsión y me dispuse mentalmente a recomenzar desde cero. Lo único que me quedaba era intentar al menos que esto no le pasara a nadie más. Escribí a soporte de inmediato, con un resumen en 3 líneas de esta entrada, asumiendo mi propia responsabilidad, pero pidiéndoles que agregaran en la páginas de Soporte correspondientes un resumen de las posibles consecuencias del cambio. La respuesta no se hizo esperar:
“Lamento muchísimo lo ocurrido. Hay un remedio: la mejora de redirección, la encuentras en tu escritorio, bajo “mejoras” Y, sí. Colocaré esta advertencia en la página de Soporte, gracias”.
Sabía a qué se refería el Ingeniero de Felicidad que me había contestado y sabía también que las mejoras son de pago. Decidí no hacerlo y sufrir estoicamente las consecuencias de mi error.
Sin embargo, aún me esperaba lo peor.
Repentinamente caí en cuenta de qué era no sólo lo peor, sino lo más importante: ¡los navegantes que buscaban ayuda no podrían encontrarla! Se estrellarían contra el arrecife de un mensaje de error.
Esto es lo que estaría sucediendo, al fin y al cabo: un blogger novato o un prospecto de blogger, como son la mayoría de mis lectores, haría una búsqueda en Google. Google los enviaría a la entrada correspondiente, pero en la antigua dirección. Allí el navegante encontraría un aviso de error: “Lo sentimos, lo que buscas no se encuentra aquí”. Porque la entrada específica, efectivamente, ya no estaba en la antigua dirección, sino en la nueva. Y si por suerte o por experiencia este navegante sí lograba llegar a la nueva casa ¡cualquier enlace en el que hiciera click, lo rebotaría al viejo blog y, por tanto, al aviso de error! ¡¡MIS PROPIOS ENLACES, EN MI PROPIA CASA, APUNTABAN AHORA A LA ANTIGUA DIRECCIÓN!! :-O
Esto fue demasiado para mí. El sentido y el propósito de mi blog, se había perdido por completo. Un blog sin enlaces o con enlaces rotos no sirve para nada. Y mucho menos en el caso de un blog como el mío. Comprendí que la idea de sufrir estoicamente era estúpida y que si alguien debía sufrir, era mi bolsillo. Debía reparar el desastre potencial que había ocasionado. La otra alternativa era cambiar manualmente cada enlace de mis 104 entradas, o, sencillamente, el abandono de este proyecto. Porque ya no se trataba solamente de recomenzar desde cero, se trataba de que estaría causando confusión y una pequeña pérdida a cada persona que llegara a mi blog en busca de ayuda, unas 4 mil al mes. Y no estuve dispuesta a ser responsable de algo como eso.
Así que compré la mejora de redirección. Y todo, mágicamente, volvió a la normalidad en un abrir y cerrar de ojos.
Espero que si algún día se te pasa por la mente cambiar tu nombre de usuario en WordPress o en cualquier otro sitio, puedas tomar la decisión sabiendo todas las posibles consecuencias.
En mi próxima entrada (ya está casi lista y espero publicarla en tres o cuatro días), te contaré la historia desde el punto de vista técnico (sin drama ni emoción, sólo con los hechos), incluyendo todos los pasos que hay que dar –o no dar, para que puedas hacerlo sin riesgos. Mientras tanto, si tienes más de 2 meses con tu blog ¡por favor, no lo hagas!
Junio 2011. Ya existe una forma completamente segura de cambiar tu nombre de usuario sin peligro. La encuentras en esta entrada.