Posicionamiento asociativo y decencia

El posicionamiento es un término de la jerga de marketing que implica el sitio que ocupa un producto en la preferencia del consumidor real o potencial. Existe una serie de técnicas y trucos para subir el rango de un posicionamiento deficiente. Este es todo el propósito del SEO, tan apreciado por los bloggers y webmasters; de eso es que se trata Technorati y PageRank, por ejemplo.

Hay un tipo de posicionamiento, al que acabo de apellidar asociativo para diferenciarlo de los demás, que se refiere a asociar un producto (o un blog, un blogger, etc.) con algo o alguien que tiene un alto rango o una posición buena, deseable y hasta envidiable en las preferencias de cierto mercado o nicho.

Un ejemplo de posicionamiento asociativo, un poco tonto pero ilustrativo, sería lograr que Enrique Dans (un blogger estrella de habla hispana) escribiera y comentara a menudo en mi blog y además lo enlazara. Este sólo hecho subiría mi PageRank a niveles estratosféricos en muy poco tiempo. No me cabe duda alguna de que el Sr. Dans cuenta con toda una corte de lectores genuinamente interesados en sus espléndidos escritos. Pero al mismo tiempo, estoy segura de que tiene un gran cúmulo de pretendidos fans cuya única intención es aprovecharse de una gloria ajena a través del posicionamiento que él podría darles, haciéndole creer que le admiran o le convienen de alguna forma. Mintiendo, en otras palabras. Enrique Dans comparte, así, la desgracia de las chicas bonitas, los dueños de un Ferrari y los políticos con futuro.

Hoy recibí un correo de promoción que, cosa en extremo inusual, despertó mi interés inmediato con sólo dos palabras. Por esas dos palabras fui al Web Site que enlazaba, leí una breve reseña del libro que intentaba vender y entonces seguí el enlace de «más información». La nueva página presentaba a un «entrenador en destrezas de comunicación» desconocido para mí, cuya foto, aspecto, sonrisa…. por alguna razón me desagradaron… a pesar de lo cual, seguí adelante y vi un video de casi 5 minutos, en inglés. El video presentaba una entrevista a este entrenador, que sorprendentemente parecía tener ahora al menos 20 años más que en la foto, y obtuve así cierta idea del contenido de su libro, que prometía develar los secretos más recónditos de uno de los mejores presentadores del planeta: Steve Jobs.

Y ésas, naturalmente, fueron las dos palabras mágicas que me llevaron hasta allí: Steve Jobs. Las mismas que harán que cientos de miles de usuarios de Windows, y unos cuantos miles de usuarios de Mac y de Linux menos suspicaces que yo adquieran este material titulado Los Secretos de las Presentaciones de Steve Jobs, con el igualmente atractivo subtítulo de Cómo ser locamente fabuloso frente a una audiencia.

Los «secretos» revelados por el autor durante la entrevista eran tips que conoce cualquier estudiante de primer año de diseño o de primer semestre de comunicación. Ya para estas alturas, yo estaba francamente molesta. Y no porque fueran datos sin ningún valor. No. Eran datos valiosos, aunque de secretos no tenían nada. La molestia fue porque concluí que era un caso más –y esta es apenas mi opinión– de intento de posicionamiento asociativo indecente.

No conozco la obra del autor del libro (a quien concederé el beneficio de la duda, mas no una mención, ni menos un enlace, en mi blog). Tampoco, sus grados de fama ni de experticio. Sin embargo, infiero que deben ser ligeramente menores que los de Mr. Jobs, ya que:

  • en el libro, su propio nombre aparece debajo y con caracteres de un tercio del tamaño de los que usa para el co-fundador de Apple;
  • al buscar su nombre en Google, en las 3 primeras páginas de resultados aparecen apenas tres menciones sobre un libro anterior, 5 de otras personas de igual nombre en Facebook, LinkedIn, etc. y todo el resto con relación a este libro;
  • lo más interesante de todo: ante la pregunta obligada del entrevistador sobre si había consultado o se había comunicado previamente con el propio Jobs, la respuesta fue que no (¿sorpresa?) ya que había visto un número exorbitante de horas de presentaciones de Mr. Jobs y era, además un experto en comunicaciones que trabajaba para firmas muy reconocidas.

Ni el SEO, ni el marketing, ni el posicionamiento –asociativo o no–, ni el hacer dinero con un libro tienen absolutamente nada censurable de por sí.

Deberían poder ser, todas ellas, actividades honrosas para quienes las llevan a cabo.

El problema, cuando lo hay, reside en algo tan inefable como la intención de quien las desempeña. Y sobre ésta, para bien o para mal, a larga distancia, a corto plazo y a insuficiencia de datos, sólo cabe nuestra percepción, algunas interrogantes y la especulación, a menudo inagotable.